A primera vista, Coblenza cumple con todos los clichés habituales sobre la marcialidad de la historia alemana: los caballeros de la “Deutsche Orden” se establecieron en la confluencia del Rin y el Mosela y bautizaron el lugar como “Rincón Alemán”, “Deutsches Eck”. Allí, el emperador Guillermo I posa sobre su corcel de bronce y desde su estatua observa, altivo, los ríos que corren a sus pies. Al otro lado del Rin se levanta, amenazante, la fortaleza prusiana Ehrenbreitstein. Sin embargo, Coblenza está situada en un paisaje de suaves elevaciones, entre las colinas verdes de Eifel, Hunsrück, Taunus y Westerwald. En 1930, el escritor Kurt Tucholsky ya decía que el lugar era demasiado bello para el monumento del “Rincón Alemán”, “un adorno de torta gigante”, un “montón de piedra deforme”.